Cuando pensé
en las vacaciones de este verano salió Turquía como destino. Cuando pensé que
igual estaría bien hacer una ruta en bici, y empecé a mirar el tema, parecía
difícil, por la orografía, logística y porque tras la temporada de triatlón,
meterte 3 semanas en bici igual no era la mejor manera de recuperar.
Al final,
hice un viaje espectacular. Muy lejos de las carreteras principales, lejos del
turismo masivo del sur de Turquía, me encontré con un país con gente
impresionante.
Empecé el
viaje en Estambul. Pero sin bici. Tras 3 días viendo la ciudad y sus increíbles
edificios, cogí un autobús hasta Nevsehir, en Capadocia.
Llegar,
montar la bici, y ruta de 3 días por la Capadocia, viendo ciudades
subterráneas, Chimeneas de hada, paisajes increíbles, cañones, y poco turismo salvo
en los 4 sitios a los que llegan los autobuses concertados.
El recorrido
era hacia el norte, hasta el Mar Negro. Pasé por sitios espectaculares, como
Bogazkale, (con Hattusa, capital del Imperio Hitita), Safranbolu, etc, pero lo
más impresionante fue el recorrido en sí. Parar en las gasolineras y ser
invitado a té (Çay turco), llegar a la noche y bañarse en termas en una ciudad
caótica como Kozakli. El espartano lujo de Kastamonu, arreglar pinchazos con
ayuda de críos que salían de todos lados con frutas para darte, y un largo etc.
de anécdotas que han hecho de este viaje un viaje espectacular.
Fue un
acierto reducir el kilometraje a poco más de 60 kms por día, aunque cayó alguno
de 130, porque es un país para pararse en las esquinas, disfrutar del aire de
la Anatolia Central y pegarse chapuzones en las calas casi vírgenes del Mar
Negro.
El año que
viene, habrá que buscar otro destino. Y encima, he descansado.
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